martes, 17 de agosto de 2010

El documental, desde una de sus protagonistas: Romina Bodoc

Liliana Bodoc, la Madre de Los Confines cuenta el regreso de Liliana Bodoc a las fuentes originarias de su persona. Para que ese camino se lograra, fue esencial la presencia de Romina Bodoc, hija de Liliana, quién la ayudó a enfrentarse con el siempre duro viaje al pasado.
Romina fue esencial para el rodaje porque no solo sirvió como apoyo de Liliana, sino también porque se volvió una parte esencial del mismo film: la figura que desde el presente cuestiona y pregunta, escucha y acepta. Romina es el apoyo del espectador, el apoyo nuestro para llegar a Liliana y el apoyo de su madre para llegar a Los Confines.
Por eso mismo, sabiendo de la importancia de esta figura que desde un segundo plano fue vértice y eje, se nos ocurrió perdirle que nos relate desde su punto de vista la experiencia del rodaje.
Romina, con la buena predisposición que siempre tuvo, más un talento literario escondido y heredado, pero no por eso menos propio, nos acerca su parecer sobre esos días de rodaje que ya parecen míticos.
¡Que los disfruten!


La Madre de Los Confines

Por Romina Bodoc

Todavía no habíamos atravesado los límites de la provincia de Buenos Aires cuando un camión nos tocó de frente. El colectivo en el que viajábamos perdió estabilidad y se balanceó tan lentamente hacia los costados que nos dio tiempo de advertir lo que pasaba.
El incidente de la ruta 7 fue como una traza, como un símbolo de lo que vendría.
Mi rol fue acompañar, incitar a que la historia de mi madre apareciera, escuchar como novedoso lo que ya conocía, y preguntar sobre lo familiar como si fuera ajeno. Me tocó por momentos aguijonear para que apareciera ese otro relato, y aquella tarea era a veces un poco incómoda, y otro poco difícil. Después de todo, la historia que íbamos a buscar me era familiar, me incluía. Y eso complicaba el extrañamiento.
Visitar la escuela donde mi mamá iba de pequeña con él guardapolvo al revés, conversar con su viejo novio tan personaje hoy como ayer, volver a la casa donde mi hermano y yo crecimos… Decir que todo eso me emocionó sería casi como no decir nada. Cada momento merecía su propia memoria. Pero para eso está el documental. Entonces, y como debo elegir, me quedo con el regreso a la casa de la infancia de mi mamá.
Una casa que yo solo conocía por los múltiples relatos familiares que se hacían sobre ella, y que a veces tenían características míticas. Una casa a la que mi mamá no volvía desde los doce años.
Era cierto que está ubicada en una zona muy extraña, que tiene una topografía lunar llena de plantas espinosas y de polvo. Se trata de la periferia de una fábrica de cemento abandonada. Lugar ideal para las exploraciones y juegos infantiles. Me imaginé a mi mamá atravesando una infancia poco convencional, entre los silos, hornos y molinos de la fábrica, y un vecindario adulto, mayoritariamente delirante. Elementos que constituyen su persona y su escritura.
Estar en el lugar me hizo entender la dimensión de la mayor pérdida que mi mamá admite haber sufrido en el curso de su vida: la muerte temprana e inesperada de mi abuela.
La casa se mantenía casi idéntica…, pero no tanto. El gallinero de su abuelo estaba vacío. El altillo donde jugaba, transformado en un depósito de cachivaches. La pulcra cocina de la abuela Fortu, impregnada con olores de comidas ajenas. Y el altar ateo del abuelo Silvestre, atiborrado de virgencitas y souvenires de cerámica. La sensación, injusta para la gentil señora que accedió a abrirnos la puerta, fue la de encontrar un lugar usurpado.
Percibir esas ausencias, me partió el alma.
Tal vez porque buscábamos un lugar que ya no existe, sentí que éramos fantasmas. Pero, al fin, estábamos ahí recuperando lo posible. Nuestra visita fue capaz de poblar el gallinero de batarazas gordas, de poner al horno una pasta frola y de colocar El Capital donde estaba La Biblia.
Antes de irnos, se desprendió una piedra de la columna donde se apoyó mi abuela para morir. Fue un regalo para mi madre. Y también para mí.
La cámara y su mirada cinematográfica lograron retener ese instante de encuentro con el pasado. Y supongo que, igual que nosotras, no tendrá otro camino que el de resignificarlo para traerlo de regreso.
Entonces, y más que nunca, agradecí el haberme involucrado en la, muchas veces, difícil situación de representarnos a nosotras mismas.