lunes, 11 de agosto de 2008

Liliana Bodoc escribe en nuestro blog

Luego del viaje, ya de vuelta y más tranquilos, hablamos con Liliana para que nos contara, a su modo, las sensaciones vividas durante la experiencia del rodaje. Esto es lo que nos escribe...

Primero saludarlos, y darles las gracias por la compañía.
Demoré en llegar. Y aunque podría decirles, sin mentir, que las muchas obligaciones me impidieron venir antes, la verdad es algo diferente.
Con la filmación volví, volvimos, intentamos recorrer un tiempo inexistente.
Sin dudas es cierto que la única realidad de un río es su curso. Que a Ixtlán no se regresa. Que no se vuelve a pisar la misma senda. Es cierto, pero queda un resquicio desde el cual espiar. Y entrever lo que fuimos.
Regresamos a las ruinas y algo nos duele, nos interpela.
Digo entonces que no vine antes porque aquel recorrido por lo que ya no estaba, y sin embargo..., me dejó cansada de mí misma.
No pude pasar intacta por esa experiencia.
Mi sensación es que quedaron jirones de mi actual ropa en los árboles de mi infancia. Y que, a cambio, traje escarabajos en los bolsillos.
Hay solo una pequeña anécdota que quiero contarles...
Nos detuvimos, mi hija y yo, frente a una columna de cemento de, aproximadamente, 1,20 de altura. O algo así.
La señalé.
“Aquí, justo aquí, se apoyó mi mamá antes de morir”, le dije a Romina. Y en ese preciso momento, la columna dejó caer un pedazo. Una piedra que, por supuesto, traje conmigo.
Yo no creo en las casualidades.
Por eso demoré en venir.